Opinión: Una propuesta radical para viviendas asequibles, salubres y al servicio de la comunidad en Estados Unidos

“La forma como nuestra nación se aproxima a la vivienda de interés social debería tener centrarse en quienes viven en esos hogares.”

Los inviernos en Oregon no son para corazones débiles.


El sonido de las gotas de lluvia chocando contra el pavimento se prolonga durante meses. Veo a muchas de las mismas personas sin hogar montando el transporte público todo el día. En la mañana, en una dirección, y en la tarde, la contraria, todavía en el mismo asiento en el que los vi horas antes.

Se sientan al margen, en silencio. La gente alrededor pide paradas, presiona botones. Mientras tanto, ellos duermen, existen, sobreviven. A veces, me encuentro proyectando en ellos mis días ajetreados, broemando con algunos: “Demonios, ¡¿sigues aquí?!” pero una vez nuestras risas pasan, los veo como los seres humanos que son y entiendo: este lugar está caliente y es seguro. Para algunos, las festividades de fin de año no giran en torno a la familia y los amigos. Son, en cambio, horas, días y meses de supervivencia.

Este ensayo también está disponible en inglés

Cada vez que pienso en las personas sin hogar de Oregon y del resto del país, reflexiono sobre cómo 500 mil personas en esta situación son emblemáticas de lo roto que está nuestro sistema de vivienda asequible. Una historia marcada por la discriminación y el racismo, unas instituciones estatales de vivienda saturadas y una falta de comprensión del concepto de vivienda equitativa han moldeado el inhóspito paisaje de la vivienda asequible en Estados Unidos. Los más marginados se enfrentan entre sí, luchando por un techo en construcciones infrafinanciadas, insalubres y en ruinas con la promesa de un futuro mejor. Puede que exista una solución, pero Estados Unidos tendrá que mirar fuera de sí mismo y plantearse preguntas más profundas: ¿quién construye viviendas asequibles, cómo se construyen, dónde se ubican y cuál es su objetivo final? Será necesaria una propuesta radical.

 La construcción de la crisis de vivienda asequible

housing human rights

Una protesta por la vivienda en Nueva York en 2016.

Crédito: Informed Images/flickr

Para entender cómo llegamos a este sombrío panorama, necesitamos examinar la historia de la vivienda de interés social en los Estados Unidos. Los primeros esfuerzos de crear viviendas asequibles ocurrieron en 1937, cuando el gobierno federal creó la Ley de Vivienda Unida, que dio luz verde a préstamos para la construcción de urbanizaciones de vivienda pública para ser rentadas a bajos precios. La Segunda Guerra Mundial pavimentó los primeros complejos de vivienda de interés social en las ciudades debido a la necesidad urgente de viviendas unifamiliares para los veteranos. La década de 1940 vió una mudanza masiva de personas pudientes hacia los suburbios, pues eran ellos quienes tenían la flexibilidad financiera para vivir fuera de las ciudades. Esta dispersión de la población se convirtió rápidamente en algo más que la simple reubicación de los ciudadanos. En última instancia supuso la redistribución de la riqueza, la raza y el acceso a una vivienda adecuada.

A finales de la década de 1940 las políticas segregacionistas echaron raíces. El Congreso pasó la Ley de Vivienda de 1949, que pretendía desarrollar viviendas asequibles en las ciudades. Pero las cosas no salieron acorde al plan. Las viviendas de interés social, muy distintas de las casas de los blancos de los suburbios, fueron ocupadas mayoritariamente por personas negras. Fue entonces cuando los norteamericanos negros se encontraron a sí mismos acorralados como ganado con pocas opciones para mejorar su situación habitacional: sólo podían mudarse a barrios igual de deteriorados.

En 1973, el presidente Nixon impuso una moratoria de 18 meses en el gasto público dirigido a la financiación de vivienda de interés social, lo cual frenó el progreso de proyectos de vivienda asequible en las ciudades. Esta orden detuvo efectivamente este tipo de proyectos y llevó a la proliferación de lo que hoy conocemos despectivamente como "proyectos de vivienda." Cuando dejaron de recibir apoyo federal, varios estados no tardaron en seguir los pasos de Nixon. En consecuencia, los complejos de viviendas urbanas no tardaron en desmoronarse, atrapando a los estadounidenses negros de bajos ingresos en edificios decadentes y sin fondos suficientes.

Muchos estadounidenses negros de bajos ingresos que vivían en urbanizaciones tenían cada vez más necesidades en sus viviendas, como el mantenimiento y la eliminación de materiales tóxicos.

Para ver cómo se manifiestan estas necesidades hoy, basta con mirar a la mayor autoridad de vivienda de Estados Unidos.

Instituciones estatales saturadas

NYCHA housing

Casas de James Weldon Johnson en East Harlem, Nueva York.

Crédito: Zach Korb/flickr

La falta de inversión afecta hasta a la autoridad de vivienda más grande de los Estados Unidos, la Autoridad de Vivienda de la ciudad de Nueva York (NYCHA, por sus iniciales en inglés). NYCHA atiende a un poco más de medio millón de personas, pero aun así los gobiernos de Estados Unidos y del estado de Nueva York le han ido quitando financiación a la agencia desde 1998, de acuerdo con una ficha técnica de NYCHA de 2022. El resultado son más de 40.000 millones de dólares en daños importantes pendientes de reparación y sólo unos 12.500 empleados de NYCHA ocupándose de los residentes y atendiendo el retraso de las reparaciones pendientes.

La falta de inversión sistemática en NYCHA impide que los residentes prioricen el uso de materiales salubres para sus hogares. Alejarse de materiales tóxicos – como las pinturas a base de mercurio o interiores mohosos – implica entrar en una espiral de burocracia. Así, la única opción para los residentes es esperar para renovar sus hogares cuando NYCHA esté planeando renovar un gran número de apartamentos, “a menudo como parte de mejoras a gran escala que incluye sistemas de edificios que se acercan al final de su vida útil,” de acuerdo con la última guía de diseño de la agencia. Esto significa que los residentes no tienen la certeza de que se realizarán mejoras oportunas para proteger su salud y bienestar. Se trate de moho, pintura con plomo o plagas de ratas, los residentes de viviendas asequibles siguen recibiendo soluciones parciales a problemas de insalubridad – a veces tóxicos – en sus hogares.

Quiero ser claro: quienes trabajan en la diversas instituciones estatales de vivienda no son los únicos culpables, es un problema del sistema entero. Un sistema que incentiva que los superintendentes de NYCHA falsifiquen los registros de reparaciones. Continuar operando en un sistema que no tiene respaldo federal o estatal es una pérdida de tiempo.

La situación es tan desesperanzadora que una solución parece imposible. Una parte de mí se siente desilucionada. No obstante, soy terco, y busqué ejemplos de posibles soluciones en Europa. Así me di cuenta de que tal vez sí existe la solución radical que he estado buscando.

Una propuesta radical de vivienda de interés social

En los años ochenta, la ciudad de Viena, en Austria, colaboró con constructores privados comprando tierras y permitiendoles construir en esos terrenos pertenecientes al estado. En poco tiempo, Viena pobló su mercado de vivienda social –de unas 200.000 unidades– principalmente con residentes con bajos ingresos. Al optar por alejarse de la propiedad de las urbanizaciones (como lo que vemos en Estados Unidos), la ciudad trasladó esa propiedad a promotores privados, que tienen el músculo financiero para reparar, mantener y mejorar los edificios.

La privatización no significa que los constructores puedan actuar con impunidad. Viena evalúa la calidad de las propuestas con criterios de calidad arquitectónica, rendimiento medioambiental, sostenibilidad social y costo. Adicionalmente, los constructores privados que eligen colaborar con el gobierno vienés están obligados a rentar la mitad de sus nuevos apartamentos a residentes de bajos ingresos (en Viena, bajos ingresos se define como quienes gastan no más del 20 al 25% de sus ingresos familiares en el pago de vivienda) a cambio de préstamos con bajos intereses. A diferencia de los Estados Unidos, en donde las urbanizaciones asequibles son estigmatizadas como “vivienda pública”, Viena usa el término de “vivienda social”, que centra a las personas y su comunidad sin importar cuanto dinero ganan. Las urbanizaciones nunca se convierten en “ese lugar donde sólo viven las personas pobres”.

Un gran ejemplo es el distrito 12 de Viena, Kabelwerk. La comunidad de Kabelwerk, que cuenta con unas 1.000 viviendas subsidiadas, dispone también de una estación de metro y varias tiendas municipales, servicios que son el resultado directo de la inversión del país en comunidades de viviendas sociales, y no algo ausente de ellas. Las viviendas en Kabelwerk sirven como una intersección indirecta entre diversos grupos de personas incluyendo a propietarios, arrendatarios, refugiados, estudiantes e individuos que pueden necesitar una residencia subsidiada. La interesección de estos grupos está diseñada para que personas provenientes de contextos distintos puedan interactuar, derribando barreras, en lugar de construirlas. La forma en la que Austria se ha aproximado a la vivienda social es un gran ejemplo de cómo invertir sistemáticamente en viviendas asequibles contribuye a la creación de condiciones de vivienda positivas para los residentes de bajos ingresos.

Mientras que las agencias estatales norteamericanas como NYCHA y otras buscan respuestas dentro del mismo sistema decrépito, la necesidad de un sistema de vivienda asequible completamente reestructurado se hace dolorosamente evidente. La forma como nuestra nación se aproxima a la vivienda de interés social debería centrarse en quienes viven en esos hogares, en mantenerse al margen de estigmas sociales y empoderando a quienes toman las decisiones para que construyan comunidades saludables. Necesitamos proyectos que lleguen a buen término y sean bien cuidados durante su vida útil.

Una persona, un hogar o una comunidad fuertes empiezan por sus cimientos. Es hora de reconstruir los nuestros.

agents of change environmental justice

Nsilo Berry es investigador de impactos en la salud de Healthy Building Network, donde trabaja para investigar los efectos en la salud de los productos de construcción en comunidades históricamente marginadas, así como los efectos negativos del entorno medioambiental. Conéctese con él en Linkedin.

Este ensayo ha sido elaborado gracias a la beca Agents of Change in Environmental Justice. Agents of Change capacita a líderes emergentes de entornos históricamente excluidos de la ciencia y el mundo académico para reimaginar soluciones para un planeta justo y saludable.

About the author(s):

Nsilo Berry
Nsilo Berry
Nsilo Berry is a health impact researcher for the Healthy Building Network.

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